Suárez contra
Suárez (10/06/2010)
A veces me apetece
contradecirme, ir contra mi mismo, contra lo que he escrito e incluso contra lo
que pienso. A veces, digo, me apetece darle la razón a la sin
razón y rebelarme contra mis ideas más convencionales. Cuando
esto ocurre dejo reposar mis pensamientos un par de días y normalmente
las ideas revolucionarias vuelven a sus cauces, que tampoco tengo que pensar
que sean los normales. Luego hago lo que me parece más correcto y
así, con ligeras desviaciones de lo convencional, que son las que hacen
la vida menos aburrida, van trascurriendo los días y va
escribiéndose mi pequeña historia individual para la que no
habrá, por fortuna, memoria histórica. En fin, que normalmente
hago lo que me parece y de vez en cuando lo que me apetece y ninguna de las dos
cosas tiene por qué ser mala, creo. Pero hoy, sin apetecerme, me veo casi
obligado a dar a mis escritos el título que ustedes han visto:
Suárez contra Suárez. Porque éste, el columnista, cree
conveniente –y hasta necesario- apostillar unas declaraciones hechas por
otro Suárez, el político insular, que no insularista.
Este que escribe, en su ignorancia, pensaba hasta las últimas riadas,
que era un cargo cómodo el que disfrutaba ese Suárez; que se
trataba de aconsejar en los cabilderos plenos sobre qué agua ponerle a
los consejeros sobre la mesa y que estarían a su cargo algunas cosas
más, como la revisión de grifos y tuberías de las
dependencias insulares; pues de enchufes y otras conexiones alternas o
continuas se ocuparía, como ha venido haciendo desde siempre, el
consejero de recursos humanos. Es decir, pensaba que se trataba de un cargo
cómodo y, además, limpio. Y no, resulta al parecer, que es un
puesto en el que hay que tomar decisiones tan serias como si se cuelga o no en
la plaza mayor, supongo que de
©Francisco Suárez Trénor
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