Medallero (14 de
agosto de 2008)
Los españoles soberbios están este verano convencidos de que el
mundo los admira. En su embriagante pecado capital creen que Abajo y Samuel son
admirados por el resto del mundo y que, por simpatía (como estallan las
bombonas de butano), ellos son tan admirados como Samuel y como Abajo. Porque
es que además estos dos deslumbrantes medallistas son compatriotas de Nadal y
de Gasol y esos, aunque al final de los juegos no tuvieran medalla, que la
tendrán, serían admirados por el resto del mundo. Y ellos, los españoles
soberbios, son compatriotas de todos ellos. No en vano comparten pasaporte y tarjeta sanitaria. Y si a todos
ellos añadimos a Iker, que no tiene ni tendrá medalla olímpica, pero que es tan
admirado como Nadal y Gasol o como Samuel y Abajo, estarán los españoles
soberbios en el cuadro de honor de la admiración mundial. España está de moda,
creen los españoles soberbios, que se pasean por el mundo con la camisa roja puesta
con la convicción de que despiertan envidias vayan a donde vayan. Y esa
multitud roja la vemos paseando por la plaza roja de Moscú, por la gran muralla
de la China
roja o por la ensangrentada plaza de Tiananmen a
donde han ido muchos españoles soberbios, acortando sus vacaciones, a escapar
de la crisis económica. Además, los canarios soberbios, que hasta este verano
paseaban orgullosos con la tricolor de estrellas verdes, han cambiado de bando.
Y por el estival glamour de la playa de El Médano, una invasión de camisetas y
gorras rojas en forma de plaga de langosta, sube y baja por las rocas y
arenales de la playa, y se pasea por las estrechas calles consumiendo en sus
terrazas, en pleno agosto, el también rojo marisco congelado español que hasta
hace poco se reservaba para los meses con R. Los españoles y canarios soberbios
le han quitado, este año, protagonismo a la Montaña Roja
que hasta ahora presumía orgullosa de su color y ahora pasa desapercibida.
Camisetas rojas de canarios soberbios que se mezclan, como digo, con las de los
españoles soberbios, que también han llegado hasta aquí y para colmo se unen a
las de los soberbios hijos de la pérfida Albión que, este año, contagiados por
la fiebre roja, se han vestido de Fernando Torres, con la hispana camiseta,
abandonando a los macdonalizados Beckham y Vicky que,
de esta forma, pagan su venta al oro americano. Mientras todo esto ocurre, en
el medallero, Azerbaiján y Georgia (ésta en plena invasión) ostentan tres
medallas cada uno, por las dos de la España de los soberbios.
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Francisco Suárez Trénor