Tus ochocientos besos
Voy a
guardar tus ochocientos besos
en las páginas en blanco del libro de mi vida.
El
tiempo, entre los dedos,
se me irá lentamente resbalando
al paso inexorable de las hojas.
Al
fin, las habrá alegres,
dignas, rotas, fecundas,
tristes también algunas,
emborronadas otras
y las que, para siempre,
han de quedar en blanco.
Los
besos, como sabes,
son como las personas.
Unos
son tan sinceros
que dejan imborrable
una marcada huella.
Algunos
son traidores.
¿quién no recuerda a Judas?
También
besos sociales
de bodas, de bautizos,
de alegres funerales.
Apasionados
otros,
los más interminables,
los que siempre recuerdas,
con los que , a veces, sueñas.
Golondrinas
etéreas
intocables, perpetuos,
son los besos volados.
Los de
niño, inocentes.
Aislados,
solitarios,
los de encuentros casuales.
Siempre
estarán presentes
los que nunca se han dado,
ocultos,
pero vivos,
como algunas palabras.
Cuando
me des el último,
el que llaman postrero,
hazlo pronto, enseguida,
que sientas mi calor
porque aunque ya este muerto
aún no seré cadáver.
Y
después, por favor,
ochocientos volados…
y ni una
sola flor.
©
Francisco Suárez Trénor