Mierda y pobreza (2 de abril de 2009)
Me da a mí que tal
como van las cosas no volveremos a vivir en el derroche en el que vivimos estos
últimos años. Me da, y según parece no soy el único en pensarlo, que nada va a
ser lo mismo durante mucho tiempo si es que alguna época futura llega a
parecerse lo más mínimo a estos años pasados. Se acabaron los alardes externos
de riqueza de estas generaciones hijas de la transición y del delirio
capitalista. Estas generaciones, las nuestras, que pensaron que todo el monte
era orégano y que el exceso de gastos y el consumo incontrolado, era la
solución de todos los problemas. Pensamos que democracia y despilfarro era lo
mismo y, por derrochar, malgastamos hasta la libertad, convirtiendo en lema la
frase: gasto lo que quiero, que para algo lo gano sin dificultad, y hago lo que
me da la gana porque soy libre. Y así nos ha ido.
De pronto, aquellas
celdillas llenas de aire que nos sustentaban, de las que hablamos en otra
columna han reventado bruscamente y, por lo tanto, de forma brusca hemos caído
en el siguiente nivel, que era una gruesa capa de mierda sobre la que todo
flotaba, de una mierda densa que creíamos definitivamente oculta bajo la
impermeable alfombra de burbujitas, de frágiles burbujitas de plástico. Mierda
sobre la que hoy pisamos intentando mantener un equilibrio que la realidad nos
niega cada día. Mierda en la que se disolverán, espero, a causa de su similar
peso específico, banqueros y especuladores.
Pero a largo plazo
ese futuro tal vez pueda ser diferente; esa nueva forma de vida tal vez no
tenga que ser peor para el hombre medio, aunque económicamente, según todos los
indicios, lleguemos a ser bastante más pobres de lo que somos. Me refiero a que
no tiene porqué ser menos gratificante. Supongamos que llegue un momento, del
que posiblemente estemos más cerca de lo que pensamos, en el que el Euro, esa
moneda que se inventaron los europeos hace unos pocos años, tenga tan poco
valor como la palabra de Bush, tan depreciada hoy, o como la de Aznar, aquel
político español que tal vez recuerden a quien derrotó para siempre una simple
fotografía con la que quiso mostrar al mundo su poder y solo demostró su
inmadurez y su arrogancia. Supongamos que a base de resbalones acabamos
desgastando esta mierda que pisamos y que volvemos a caminar equilibradamente
sobre la dura piedra que con seguridad aparecerá debajo, una piedra firme y
estable: el fondo que todos estamos deseando tocar. Supongamos que llegue ese
momento y que haya que empezar desde un nivel económico próximo a la nada,
desde un nivel en el que la especulación no tenga hueco porque no habrá nada
con lo que especular. Si entonces no hacemos la estupidez de comernos unos a
otros o de dejarnos gobernar por las mismas ideas delirantes, tengo la
esperanza de que nos vamos a sentir satisfechos con la sensación de estar
vivos, de que podemos seguir hacia adelante, de que no todo se acaba porque se
termine el derroche y la opulencia. Posiblemente entonces, desde la pobreza, nos
demos cuenta de que existen otras razones por las que merece la pena vivir y
que los excesos nos habían hecho olvidar. Y es que tal vez haya que cambiarlo
todo, absolutamente todo, hasta los más grandes poderes, principios y
creencias, o volveremos a pasar por otra era muy parecida a
‹‹‹ Dios,
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©
Francisco Suárez Trénor