Los intelectuales y el libro (22 de abril de 2010)
Andan desde hace
algún tiempo los intelectuales de pelo largo, cola de caballo y libro debajo
del brazo -es decir, los fetichistas de sí mismos- preocupados por la hipotética
desaparición del libro. Me refiero al libro soporte, con sus páginas de papel
cosidas, sus cálidas hojas dobladas en las esquinas en forma de marcador y sus
hojitas de laurel o de cualquier otra planta, secándose cual jareas, entre los
ácaros habitadores de sus capítulos más consultados. Andan, entre estornudo y
estornudo, en lo que yo llamaría una situación de prenostalgia,
es decir tristes antes de tiempo, como los que lloran por sus seres queridos
antes de que éstos mueran. Y es que hay gente para todo. Lloran estos
intelectuales de pacotilla y ateneo (con minúscula), entristecidos por la
posible desaparición del libro objeto que durante muchos años ha servido para
ensuciarles las manos y para poco más, mientas citaban de forma incansable pero
agotadora y aburrida a Sartre y a Hesse o aquí, en nuestro fraccionado
archipiélago del eje transinsular y la atlanticidad, a Pedro García Cabrera o a Pérez Minik, nuestras eternas referencias. Y es que no han caído
en la cuenta, porque no han tenido la capacidad de pararse a reflexionar, de
que el libro ya era libro antes de que existiera tal como lo conocemos. No han
caído en la cuenta de que el libro, repito, ya lo era cuando los egipcios
escribían en sus papiros o los frailes medievales lo hacían en sus códices y
pergaminos. Porque en él lo que es importante no es el continente. Poco importa
que la sustancia intelectual del libro esté contenida en miles de hojas de
papel o en un pen driver de los que
caben en el bolsillo de las monedas, lo que interesa es que, por supuesto, se
lea y sobre todo que una vez leído se entienda. Y es que nos hemos de acostumbrar
a la lectura de libros electrónicos como con el invento de Gutenberg se
tuvieron que acostumbrar nuestros ancestros a la lectura en fuentes
tipográficas y en libros en papel. Porque lo importante, lo único válido,
seguirá siendo el espíritu de las ideas y no el medio en que se transmitan.
Personalmente, después de varios años navegando por
Las
gallinas y sus huevos Mis columnas Os devuelvo mi sueño
Crítica implacable de
alguien que se sintió aludido: http://www.elescobillon.com/2010/04/visperas-desinquientas-ante-el-dia-del-libro
©
Francisco Suárez Trénor