En el nombre del hijo*(18 de septiembre de 2008)

 

El padre me da un recado en el nombre del hijo y lo hace, sin darse cuenta, a través del hermano del hermano, creyendo que el segundo es el primero. Me explicaré, al hijo del padre no le gusta lo que escribo y pensando que soy el hermano del hermano, al que cree responsable de estas letras, me envía un aviso, a través del padre, para que le diga a éste, al hermano del hermano –que al final soy yo- que ¡ojito! que guarda estos artículos uno encima del otro. No sé si al final tendré que enfrentarme con el padre o con el hijo, pero sí sé que uno de los dos está dispuesto a hacerlo con el hermano del hermano que, como digo, soy yo. Menos mal que dos no pelean si uno no quiere y este hermano no esta dispuesto a hacerlo.

Estas cosas me pasan por meterme en camisa de once varas y no hacerle caso a mi amigo Santiago, que me dice que me dedique a escribir sobre temas literarios o al menos culturales; o a mi amigo Juan, que piensa que lo que se debe defender desde esta columna es la cultura del guachinche y hablar, aunque sólo sea de vez en cuando, contra el alcoholímetro; pero yo me empeño en hacerle caso a mi amigo José, y comentar el día a día de mi ciudad, donde se gana públicamente la vida el hijo del padre al mando de una sociedad que no acabo de entender.

Aunque hoy la noticia viene desde Suiza y tiene que ver con el padre del hijo –otro hijo y otro padre, espero- al que, al parecer, han puesto a dar vueltas a la velocidad de la luz en un gigantesco túnel en forma de circunferencia para ver si repite la jugada que hizo hace varios millones de años. Es como poner a Maradona a repetir su gol, y no el de la mano de dios, o a Tejero a repetir su asalto al Congreso, el de la gracia de dios, o si lo prefieren, a los Sabandeños a cantar la isa de Tenderete, la del dedo de dios. Ni el uno ni los otros podrían hacerlo, porque las genialidades, por su componente de espontaneidad, no pueden ser ejecutadas de forma repetida. Cada mañana amanece, pero no es un nuevo milagro, es la inercia del primero, del que puso en marcha la partícula deseada, la que ahora quieren recomponer haciendo dar vueltas a los protones en este túnel mucho menos interesante, al menos para mi amigo Santiago, que el de Sábato. En fin, que nos empeñamos en recrear lo que no necesitamos que sea recreado y, mientras tanto, toda la cultura de mi amigo Juan, a la que tampoco es ajeno mi amigo Santiago, puede derramarse por el suelo del lagar. Y mientras tanto, mi amigo José sigue sin entender nada, que es lo que me pasa a mi con la sociedad del hijo del padre.

En fin, algún día escribiré sobre el surrealismo.

 

 

*Al ser publicado en el Diario de Avisos este texto le fueron amputadas algunas palabras que destaco en negrita, supongo que por razones de espacio. Una lástima pues en mi opinión se dificulta su entendimiento.

También se corrigió, escribiéndola con mayúscula, la palabra Dios, lo cual acepto por tratarse de un nombre propio: Dios, Alá, Apolo, etc.

 

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© Francisco Suárez Trénor