Elena y Anna (18 de diciembre de 2010)

 

Hay años especiales, y este que estamos pasando es uno de ellos porque posiblemente forme parte del fondo de una crisis económica de la que iremos saliendo poco a poco, con o sin brotes verdes. Y como este año es tan especial voy a romper con una costumbre mía que es la de no felicitar las navidades y la de desear un buen año –próspero se decía hasta hace poco aunque quizá hoy día no podemos aspirar a tanto- pero casi más como un formulismo frío que como un deseo que sale desde lo más profundo. Este año, como les digo, voy a expresar un deseo sincero para ambos eventos porque creo que en épocas de escasez es cuando más deben expresarse los sentimientos y los buenos deseos, esa otra moneda de la que en ocasiones nos olvidamos y que debería ocupar para siempre el espacio que han abandonado sus hermanas del Banco Europeo. Al final de este año en el que el buen hacer del gobierno me ha bajado el sueldo bastante más del cinco por ciento que por ahí se dice y en el que los controladores aéreos han saboteado el puente diciembre para protestar contra el mismo gobierno y ahorrarme por lo tanto mi reproche –con amigos así me ahorro el tener enemigos- yo me considero un privilegiado, pues además de un puesto de trabajo fijo y seguro, tengo familia y tengo algunos amigos, además de los ya citados controladores solidarios, y por lo tanto me veo en la obligación de no desanimarles, de desearles un año al menos tan bueno como éste mío: que no pierdan ustedes su puesto de trabajo si es que lo tienen, que lo recuperen si es que lo perdieron, que lo consigan si lo solicitan por primera vez y que si se hace una reforma de la ley de pensiones algo les toque en el reparto, que algo les tocará, ya verán. Y al mismo tiempo que les deseo un año así, les deseo una navidad tan plena como la que yo tendré -si algunos no me lo impiden, claro- en la que voy a disfrutar del calor de la familia que durante este mal año se ha incrementado con la llegada a este mundo de Anna y Elena, mis  nuevas nietas, que no ocupan el lugar de nadie porque a nadie sustituyen y que me obligan a desear también que este planeta nuestro siga siendo habitable durante algunos años más. Y es que eso es lo que también les deseo a ustedes, una navidad abarrotada del cariño de la familia y los amigos y un hermoso planeta con tantas ganas de seguir vivo como ustedes y como yo. Ah, lo siento, no puedo desearles que les toque la lotería porque algo me dice que me va a tocar a mí. Apúntense a la pedrea.

 

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©Francisco Suárez Trénor