Renovarse o morir
Vaya en
este primer artículo después del quince de mayo la
expresión de mi simpatía por los jóvenes del movimiento
15-M. Y no porque coincida plenamente con su forma de pensar, que no lo
sé, sino porque ese gesto de salir a la calle y de ocupar plazas y
paseos lo estaba echando en falta desde hace mucho tiempo. A mí y a
otras muchas personas que me rodean nos parecía que esta
generación joven, la de los mileuristas y los pisos compartidos, se
mantenía demasiado al margen de la vida social y política de este
país. Parecía su actitud un estado de letargo y apatía que
duraba mucho tiempo y que a los que vivimos siendo jóvenes los
últimos años del franquismo y los primeros de la democracia nos
llamaba poderosamente la atención. Nos asombraba, e incluso lo llegamos
a considerar como un estado de aborregamiento generalizado producido, tal vez,
por la utilización masiva de las nuevas tecnologías de
comunicación; un patológico atontamiento general a pesar de todas
las libertades que en teoría asociábamos a internet y a
las denominadas redes sociales. Nadie, y mucho menos los políticos,
podía hasta ahora afirmar qué quería esta juventud que se
mantenía en silencio ante un futuro tan incierto como el que ellos
tienen por delante. Un futuro mucho menos ilusionante, y sobre todo mucho
más aburrido, que aquel que en los años de la transición
provocaría tantas movilizaciones y reacciones. Un futuro en el que no se
contaba con ellos. Y ahora parece que esa juventud por fin comienza a
despertar, a decir que no esta de acuerdo con la sociedad que se han encontrado
y que quieren ser protagonistas de la construcción de ese futuro, ya
más de ellos que nuestro, y que no están conformes con el sistema
al que se ven abocados.
Lo que no
es de recibo es la actitud de prepotencia de algunos portavoces de medios de
comunicación y de miembros de la clase política calificando de
trasnochadas las propuestas aisladas y dispersas de unos manifestantes cuyo loriaauténtico valor es, hoy por hoy, el hecho de
que hayan salido a la calle, que se hayan dado a conocer. Personalmente espero
que lo que hoy son sólo signos de indignación se conviertan poco
a poco en ideas nuevas que nada o poco tengan que ver con las de los partidos
tradicionales; y no me refiero en absoluto al tema económico que, estoy
cada vez más seguro, tardará mucho tiempo, posiblemente
años, en resolverse. Y tal vez esto sea lo ideal.
Por otro
lado, un deseo personal, espero que de este movimiento salga la futura
oposición -que no necesariamente tiene por qué estar unida ni
formar un solo partido o asociación- a las remilgadas y encorbatadas
juventudes de nuestros partidos políticos, unas juventudes que me
parecen viejas y anquilosadas mucho antes de alcanzar su madurez.
©Francisco
Suárez Trénor
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