Suárez contra Suárez (10/06/2010)

 

A veces me apetece contradecirme, ir contra mi mismo, contra lo que he escrito e incluso contra lo que pienso. A veces, digo, me apetece darle la razón a la sin razón y rebelarme contra mis ideas más convencionales. Cuando esto ocurre dejo reposar mis pensamientos un par de días y normalmente las ideas revolucionarias vuelven a sus cauces, que tampoco tengo que pensar que sean los normales. Luego hago lo que me parece más correcto y así, con ligeras desviaciones de lo convencional, que son las que hacen la vida menos aburrida, van trascurriendo los días y va escribiéndose mi pequeña historia individual para la que no habrá, por fortuna, memoria histórica. En fin, que normalmente hago lo que me parece y de vez en cuando lo que me apetece y ninguna de las dos cosas tiene por qué ser mala, creo. Pero hoy, sin apetecerme, me veo casi obligado a dar a mis escritos el título que ustedes han visto: Suárez contra Suárez. Porque éste, el columnista, cree conveniente –y hasta necesario- apostillar unas declaraciones hechas por otro Suárez, el político insular, que no insularista. Este que escribe, en su ignorancia, pensaba hasta las últimas riadas, que era un cargo cómodo el que disfrutaba ese Suárez; que se trataba de aconsejar en los cabilderos plenos sobre qué agua ponerle a los consejeros sobre la mesa y que estarían a su cargo algunas cosas más, como la revisión de grifos y tuberías de las dependencias insulares; pues de enchufes y otras conexiones alternas o continuas se ocuparía, como ha venido haciendo desde siempre, el consejero de recursos humanos. Es decir, pensaba que se trataba de un cargo cómodo y, además, limpio. Y no, resulta al parecer, que es un puesto en el que hay que tomar decisiones tan serias como si se cuelga o no en la plaza mayor, supongo que de la Esperanza, al responsable de las inundaciones que se produjeron en Tabaiba y que de haberse hecho las cosas bien no debieran haberse producido. Dice Suárez, el consejero: "de nada vale ahora buscar responsabilidades, si ya ocurrió lo que ocurrió; para qué colgar en la plaza mayor a alguien; lo que hay que hacer es buscar la solución y mirar para adelante". Y Suárez, el columnista, le responde con una serie de preguntas: ¿Está usted realmente informado de lo que ocurrió en Tabaiba? ¿Sabe que aquel día estuvieron en peligro, en auténtico peligro, muchas vidas? ¿Ha hablado con los vecinos? ¿No cree usted que allí se produjeron una serie de imprudencias temerarias? ¿Cree sinceramente que "los propios ayuntamientos se vieron en su momento desbordados por el crecimiento brutal de la construcción"? ¿No se beneficiaron también de ese crecimiento? Le recomiendo que hable con los vecinos, por ejemplo con Lola y con Quina, las aguerridas luchadoras de la Plataforma de Defensa del Litoral de Tabaiba, que esta vez vieron como el agua les venía desde las montañas, donde no hay deslinde posible ni ley de costas a la que acogerse. Y a partir de entonces, don Pedro, échese a temblar y protéjase donde las profundas aguas, en lo más hondo de una galería de esas que, supongo, también dependen de su autoridad.

 

©Francisco Suárez Trénor

 

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