Tenerife amable (y honrada) (19 de noviembre de 2009)
Víctor es un joven
taxista lagunero que cubre el servicio del Aeropuerto de Los Rodeos. El no
entiende de campañas publicitarias para atraer al turismo pero es un hombre amable,
espontáneamente amable, como lo eran los habitantes de la isla hasta hace
algunos años cuando para serlo no se necesitaba sino el ejemplo que nos daban
nuestros padres al que se añadía el respirar cada día la amabilidad que
inundaba la isla.
Pero, gracias a esa
amabilidad de los isleños y a nuestro clima, también amable, el turismo comenzó
a visitarnos en masa. Y nos hicimos sin esfuerzo un poco más ricos y aquella
riqueza atrajo a otros que venían de fuera a participar de ella. Y según nos
hacíamos más ricos construíamos compulsivamente carreteras, autopista, casas,
hoteles, apartamentos, estudios y adecentábamos cualquier rincón para alojar a
un turismo cada vez más abundante. Y como éramos ricos comprábamos coches que
no necesitábamos como si la isla tuviera una superficie infinita y así casi sin
darnos cuenta fuimos encontrándonos incómodos en nuestro propio medio. Fue,
además, como si al montar una pensión no sólo hubiéramos alquilado las
habitaciones para los huéspedes, sino nuestro cuarto de estar y hasta nuestro
dormitorio. Nos tuvimos que ir a dormir -y a vivir- al cuarto trastero, un
trastero de lujo eso sí, donde el dinero sólo servía para comprar televisores y
otros trastos que nos permitieran evadirnos a paraísos exóticos y que en
realidad sólo sirvieron para ponernos cada día más irritables y más agresivos.
Nos habíamos olvidado que nuestra isla había sido eso, un paraíso exótico, para
los europeos que nos miraban con sana envidia y deseaban conocernos. Como
terminamos molestándonos unos a otros, nos volvimos terriblemente agresivos y
comenzamos a tratarnos tan mal y a tratar tan mal al que venía de fuera que
hubo que recordarnos que en el fondo éramos amables en costosísimas campañas
publicitarias que nos invitaban a sonreír
al tiempo que hacían reír sin pretenderlo a los asombrados beneficiarios
de las mismas.
Y en este clima, al
que ahora se le añade la crisis económica que sufrimos, es donde llama la
atención la existencia de gente como Víctor, el taxista lagunero que no sólo es
amable, sino que encontrando en el asiento posterior de su vehículo una cámara
fotográfica la tuvo a buen recaudo hasta entregársela a su dueño en su propio
domicilio. Mi felicitación y agradecimiento (la cámara era mía) a Víctor porque
él y gente como él hacen a Tenerife amable y honrada.
‹‹‹ Anterior (MaLena) Mis columnas Siguiente (Seguridad) ›››
©
Francisco Suárez Trénor