Tempelhof como reflexión (8 de junio de 2010)
Tempelhof era y es, porque
es aún posible su rehabilitación, uno de los tres aeropuertos de Berlín. Ante la
imposibilidad de recibir aviones de las dimensiones de los que actualmente se
utilizan en los vuelos internacionales y de crecer, dada su situación casi en
medio de la ciudad, fue cerrado al tráfico en octubre de 2008. Tempelhof forma parte de la historia principalmente porque
fue el aeropuerto desde el que, en junio de 1948, se organizó el puente aéreo
que salvó a la ciudad del bloqueo terrestre y fluvial que decretó la Unión Soviética
en torno a Berlín, dividida entonces en cuatro zonas por los aliados ganadores
de la segunda Guerra Mundial. Desde hace unos días Tempelhof
es también, y no sin polémica, un parque público. Y es que las autoridades de
Berlín han decidido abrirlo como tal para el disfrute de los ciudadanos. Y
éstos, los berlineses de la multicultural ciudad, lo invadieron pacíficamente
tras su apertura hace pocas fechas. Poco han gastado las instituciones de las
que ha pasado a depender el terreno, pues lo han abierto sin colocar ni un
banco, ni una farola, ni un árbol nuevo que de sombra a sus usuarios. Solamente
una valla que rodea a un enorme espacio donde soltar a los perros y algún que
otro cartel que indica la situación de la zona de barbacoas y otras actividades
similares. De resto, sólo algunos urinarios públicos portátiles (como los de
nuestros carnavales) y las licencias temporales para pequeños puestos de
salchichas alemanas, langos húngaros, pizzas
italianas o kebab turcos… que supongo durarán lo que duren las celebraciones
por la apertura del parque. Hoy por hoy, los berlineses pasean, patinan, montan
en bicicleta o en vehículos de todo tipo propulsados con energías alternativas,
lanzan cometas, practican aeromodelismo, hacen carreras, y juegan a cualquier
deporte en unas pistas diseñadas para el aterrizaje de los aviones. Más adelante
el parque será lo que vayan demandando los ciudadanos con su uso y lo que el
país –posiblemente el más rico de la Unión
Europea- se pueda permitir. Y ahora viene la reflexión.
Tengamos en cuenta, si se quiere, la enorme limitación de nuestro territorio
insular e imaginémonos un espacio como el solar del aeropuerto de Los Rodeos
(no quiero compararlo con Las Teresitas para que podamos empezar desde cero con
nuestra reflexión). ¿Qué hubieran hecho nuestras autoridades con un terreno
así? ¿Qué hubiéramos pedido los ciudadanos? ¿Se estaría hablando de un parque?
¿De una ciudad olímpica con terrero de lucha y amplios espacios idóneos para la
practica del arrastre de ganado? ¿Seríamos tan originales de hablar de un campo
de golf con una lujosa urbanización para ricos? ¿Se estarían distribuyendo ya
las posibles concesiones? ¿Se hablaría de un sambódromo
como el de Río para celebrar el carnaval cada fin de semana alternándolo,
quizá, con un paseo romero? ¿Habría solicitado ya alguna autoridad la apertura
de una hípica? ¿Se habría diseñado una enorme urbanización tipo ciudad
satélite? ¿Se habría cerrado con una valla metálica que dificultara su visión y
se esperaría para tomar una decisión hasta su completa degradación?
¿Continuaríamos discutiéndolo en 2050? Y por último. ¿Nos olvidaríamos de las
causas de la crisis económica que estamos sufriendo para volver a empezar a
emborracharnos de burbujas vacías? En Alemania –repito, posiblemente el país
más rico de la Europa
de los mercaderes- se ha abierto un parque y se han gastado, de momento, unos
cuantos Euros.
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Francisco Suárez Trénor