Sin respuesta (11 de mayo de 2011)
De pronto, en sola
una semana se suceden una multitud hechos que normalmente deberían ocurrir de
forma pausada a lo largo del año para que así pudieran ser asimilados por
nosotros, humanos de lenta receptividad.
Así, cuando comenzábamos a ser conscientes de
la ausencia del papa anterior, cuando pudiera parecer que sus restos comenzaban
a encontrarse cómodos en la tumba y a tomar contacto con el polvo del que
proceden, por razones más o menos banales pero que nada tienen que ver con el
tiempo de los muertos, tan lento y tan eterno, son esos restos exhumados para
ser expuestos –es un decir- en una caja cerrada que ni siquiera es la misma en
la que fueron enterrados. ¿Por qué desenterrar a un muerto si su cadáver no va
a ser exhibido ni sometido a una nueva autopsia? ¿No tienen derecho los
cadáveres a esperar pacientemente mientras se convierten poco a poco en añejos?
Uno, que no se aburre de sospechar, pues a eso le ha enseñado la vida y quizá
esa sea la obligación de los que nos vamos haciendo viejos, piensa si es que
los responsables de semejante tontería esperaban encontrárselo incorrupto como
a la siervita aquella de la Plaza del Adelantado, que cada año nos da la
alegría de permanecer inviolada e inviolable (de momento).
Y mientras esta
extraña exhumación se producía, paralelamente ocurre que al ejercito de la
primera potencia bélica mundial -que ha tardado seis años (los mismos que
llevaba el Papa bajo tierra) en localizar y asesinar al terrorista más buscado
del mundo, que permaneció escondido y sin cambiar de domicilio en todo ese
tiempo- se le resbala de las manos el cadáver y en el colmo de la mala suerte,
se le cae al mar, que parece ser que es un lugar donde nunca debe ser arrojado
un seguidor de su religión. Y todo esto sin haberle sacado una fotografía
medianamente presentable. Y aun así sube la popularidad del líder.
Y mientras todo esto
y todo aquello ocurre, y también paralelamente a ambos hechos, Europa, el
continente de la cultura y la civilización, se paraliza por la boda de un
representante de la institución más medieval que pueda pensarse, sin contar
Guantánamo.
Y esa misma Europa
medieval y democrática a la vez, quita importancia a la muerte de los hijos y
nietos de un dictador que se defiende de nuestros ataques con armas fabricadas
en nuestro país y vendidas por nosotros.
Y mientras todas
estas cosas ocurren, y también paralelamente, el que fuera el equipo preferido
del régimen franquista, el Real Madrid, que por falta de costumbre se ha
olvidado de cómo se sujeta una copa, va y dejándola caer rompe la que ha ganado
hace unos minutos y todo ello sin que su entrenador nos sepa explicar qué tiene
que ver la propaganda de UNICEF con el comportamiento de los árbitros. Por qué,
se pregunta, mi equipo siempre acaba con diez. Y es que en el futbol se empieza
con once pero no se sabe con cuantos se termina. Eso depende, en parte, de las
patadas que demos al contrario. Ocurre como con la Encuesta de Población Activa
que de pronto nos sitúa en casi cinco millones de parados y nadie sabe de donde
sale tanta gente. Y si preguntamos por qué nos quedamos sin respuesta, claro.
Y mientras todo esto
ocurre por el mundo, en estas Islas nuestras, y también deforma paralela, como
en el túnel sabatiano, celebramos un año más la
exposición de flores y plantas, vuelve el Gorgorito de nuestra infancia,
comienzan las romerías y bailes de magos, el representativo desciende para
equipararse al vecino Vecindario e iniciamos una campaña electoral, que al
parecer no servirá para cambiar nada, lo que se dice nada. Ya verán.
©Francisco Suárez Trénor
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