Obsesiones de un condenado 22 de marzo de 2011)

 

Nos dispararán pronto desde el aire por los pecados de nuestros políticos. Interrumpirán pronto nuestro sueño los aviones de los justicieros. Los que vienen a salvarnos. Debe estar cerca ese momento. Oigo ruido de motores dentro de mi obsesivo cerebro que sólo quiere dormir tranquilo y ya, antes del bombardeo, las explosiones que aún no se han producido  me impiden el sueño. No me dejan dormir los aviones amigos que vienen a salvarnos y no nos dejarán vivir el momento de nuestra liberación porque no nos habrán dejado vivos. Porque para entonces habremos muerto en manos de nuestros salvadores. Lo que no consiguió el dictador en muchos años lo conseguirán ellos en un derroche de euros que les dará la razón. Y no tendrán razón los que piensan distinto, ni tampoco la tendremos nosotros que ni siquiera tenemos la posibilidad de expresarnos, los que esperamos su llegada condenados a muerte. A una muerte indigna, injusta y fea. No nos digan que todas las muertes son iguales. La historia, más tarde, escribirá su triunfo y se olvidará de nosotros. Dirán que somos los pobres efectos colaterales de su cruzada de muerte. Que nuestra eliminación era inevitable. Y tendremos que darles las gracias después de muertos. Y cuando después de la masacre, hagan cuentas, celebrarán el número de turistas que llegan a sus países pero no restarán de su suma nuestras vidas ni nuestros llantos, creerán sinceramente que ese aumento ha sido obra de su propaganda en las ferias internacionales y de la calidad de sus instalaciones y no se darán cuenta de que ha sido el resultado de su política de muerte. Porque no sentirán como suyos nuestros cadáveres aunque los vean a diario, aunque los pisen cotidianamente mientras llevan la bandeja para cenar disfrutando de nuestras miserias. Se reirán de nuestra forma rudimentaria de trasladar a los heridos hacia hospitales pobres prácticamente inexistentes donde les espera la muerte. Y después de ver satisfechos nuestra muerte en directo se escandalizarán viendo en la televisión La Pasión de Cristo de Mel Gibson o alguna otra película similar sobre cualquier escabechina histórica. Y se sentirán buenos. Y dormirán tranquilos porque han oído, tras la cena, que el petróleo mantiene su precio y, por lo tanto, podrán disfrutar con los suyos las próximas vacaciones, bien merecidas después de un año tan convulso. En un país tranquilo, por supuesto, como Cuba o la Republica Dominicana. No, este año no se arriesgarán con el África lejana.

 

©Francisco Suárez Trénor

 

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