Nota para quienes no están (16 de julio de 2011)

 

Algunas veces escribo notas a personas que no están conmigo. Algunos están vivos y los conozco poco o mucho, aunque esto depende de otras cosas. Otros no viven, y esto bien puede ser porque nunca han nacido o porque han muerto antes de que yo pudiera ponerme a escribir tales notas. Ustedes que me leen hoy, aunque no se lo crean, cumplen alguna de esas condiciones. Seguro. Si están muertos, posiblemente no les merecerá la pena continuar leyendo hasta el final. Poco les podré decir que ustedes no sepan, pues se supone, al menos eso dicen algunos, que los muertos lo pueden ver todo y lo saben todo. Incluso antes de que pasen las cosas, dice un amigo de la infancia que nunca ha estado muerto. Yo me imagino que no, que esto no es verdad, pues si lo fuera, sería más agotador estar muerto que vivo y para eso, para cansarse, uno no se muere antes que los amigos. Lo que no debería hacer nadie precisamente es morirse antes que sus conocidos. ¡Menudos disgustos nos dan! Pero, esa mala costumbre existe. Explico mis razones, si yo quiero saber lo que hace un amigo de la infancia, por ejemplo el que dice que los muertos todo lo ven, si esta vivo lo vigilo o le pregunto a él mismo y si está muerto pregunto en su entorno, pero no se me ocurre morirme antes que él ¿De qué me serviría? Si él muriese antes, yo no necesitaría saber nada, pues poco nos interesa la vida de los muertos -la muerte de los muertos sería tal vez más preciso- ¿Dónde estás? ¿Hace mucho calor? (esto daría una pista). Bueno, pues no me esperes, que tardo. Y poco más. Además, los muertos, aunque todo lo saben no se comunican fácilmente con los vivos; y los médium y toda esa gente rara que habla con ellos lo que hacen es enlentecer la conversación y convertirla en una especie de maquina pesada. Casi como un discurso de Rajoy. Cómo se puede tener una conversación fluida si debe hacerse por medio de una güija en una reunión de veraneantes aburridos y tal vez borrachos en una noche de agosto de cualquier pueblo del norte insular.  O del occidente asturiano, que tanto da.

Y si ustedes no han nacido ¿Para qué quieren leerme? Todo lo que yo les pueda contar les parecerá anticuado, pasado de moda y posiblemente escrito en castellano antiguo. Qué les podré decir yo a ustedes ¿Qué el mundo antes era distinto? ¿Qué aprendan de la historia para no repetir los errores? Díganme la verdad, ustedes no me harían ni puñetero caso y entonces para qué todo este esfuerzo de explicarles lo que quiero que sepan ¿De qué me serviría? ¿Evitaría que nacieran? ¿Evitaría que cometieran los mismos errores que nosotros? Me temo que no. ¡Olvídense, pues, de leerme si no han nacido! Ya les volverán locos con los libros de lectura obligatoria.

Pero lo más fácil de todo es que ustedes estén vivos, que hayan nacido aunque tampoco estén conmigo (como los muertos y los no natos) y que permanezcan casi en ralentí respirando con lentitud y evitando cualquier esfuerzo en estos días de verano y calor en los que este articulista, columnista, yesista, encofrador o enterrador -que aún no se lo que soy y, si les digo la verdad, tampoco me interesa demasiado- no tiene muchas cosas que contarles. Que ustedes sigan vivos y frescos y que aprovechen estas fechas para tomarse una cañita con media ración de camarones (nunca pidan una) en una terraza, que yo les acompaño desde mi cueva donde, voluntariamente solo, veo cada tarde a las sombras del anochecer adueñarse de la ciudad. Ya les dije antes de las elecciones que habría poco que contar. Por cierto, Rivero ya es de nuevo presidente. Y ATI continúa en el Cabildo y en el Ayuntamiento aunque aquí con sesenta asesores menos, dicen. ¡Qué suerte vivir aquí! ¿O no?

 

©Francisco Suárez Trénor

 

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