El agua es vida (7 de noviembre de 2008)

 

Noviembre de 2048. Llueve, llueve como lo hacía en mi infancia. Este comienzo de noviembre me recuerda a otros otoños de hace ya muchos años. Llueve y corre el agua por donde entonces corría. Hemos hecho las cosas bien y alguien protegió los barranquillos y sus cauces. Llueve pero no sucede nada extraordinario. Todos continuamos con nuestro trabajo, nos protegemos del agua como hacíamos entonces y la vida continúa. No se prevé ninguna catástrofe y no se escuchan las sirenas de la policía o de los bomberos. El agua es vida, me decía alguno de mis mayores cuando llovía y esa es la impresión que tengo todavía. El agua es vida, especialmente cuando cae donde tiene que caer y cuando tiene que hacerlo. Pero estos conceptos pueden estar condenados al cambio, puede ser que el hombre reaccione a los estímulos externos de acuerdo con una bioquímica obsoleta que todavía no han sido capaces de cambiar las células madres ni la lenta evolución. Quizá debiera de estar incómodo por la ausencia de rayos solares. En fin, no se si esta agua que cae mansamente representa tanta vida como lo hacía hace algunos años. Habiendo tanta a nuestro alrededor que puede ser desalada con un pequeño esfuerzo energético posiblemente sea inútil y hasta peligroso que continúe cayendo desde las nubes. No se si ahora, en el mundo actual, podríamos prescindir de la lluvia, pero todo llegará. Desconozco si esta agua, que era buena para las papas, lo es para las placas solares, o si la ausencia de rayos de sol durante tantas horas hará que nuestras reservas de energía disminuyan hasta extremos preocupantes. Mi amigo Arnaldo, que dejó la docencia cuando los alumnos empezaron a ser agresivos, antes de que comenzaran a serlo los padres, ha plantado en sus terrenos de Roque Negro unas cuantas hectáreas de placas solares entre las que mueven sus aspas tres o cuatro generadores eólicos que se confunden con los de su vecino que no ha querido cultivar energía solar, pues dice, y tal vez tenga razón, que hoy por hoy es más rentable el millo transgénico, que vende a buen precio a la refinería de biocombustibles de Laspalmasdegrancanaria. Es posible que tenga razón. Todo esta por ver. Además, con ese tan cacareado cambio climático que no acaba de llegar del todo, los vientos están cambiando -¿Recuerdan los alisios?- y es posible que los generadores no rindan lo que se había previsto. De todas formas la inversión esta hecha y habrá que esperar unos cuantos años para valorar su auténtica rentabilidad. De resto, la vida sigue igual, como ven yo me hago viejo y continúa gustándome que llueva y, a pesar de la ausencia de nuevos deslindes, Costas sigue autorizando que se construya en la Playa del Moro, junto a la nueva desaladora del Rosario, donde un grupo de ancianos rebeldes, cada vez menos numeroso por razones naturales, continúa desoyendo los consejos de sanidad y defendiendo su nocivo baño diario en unas aguas contaminadas desde hace décadas. ¡Caprichos!

 

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© Francisco Suárez Trénor