Ahorro y libertad de prescripción (15 de julio de 2010)
Desde hace un par de
semanas nos enfrentamos los médicos de atención primaria del Servicio Canario
de Salud a un nuevo módulo de prescripción dentro del programa informático Drago,
el que utilizamos para confeccionar la historia clínica de cada uno de nuestros
pacientes, perdón, quiero decir de los usuarios del Servicio. Y digo nos
enfrentamos, porque un programa que debería estar diseñado para facilitar la
correcta prescripción de medicamentos –el uso racional, lo llaman los gestores-
está siendo utilizado por nuestra Consejería como una herramienta para el
ahorro inducido. Me explico, existen en el mercado farmacéutico (ya ven que
siempre terminamos hablando de mercados y mercaderes) dos tipos de
medicamentos: los de marca y los genéricos que se denominan por su nombre
farmacológico; de la misma forma que en el mercado de la alimentación existen
marcas comerciales y marcas blancas. Los medicamentos de marca son normalmente
más caros que los genéricos que son copias de los anteriores cuya venta se
autoriza cuando la licencia de aquellos ha caducado tras diez años de
exclusividad para el laboratorio investigador. Unas copias que se rigen por una
normativa orientada a garantizar su eficacia y que no vamos a analizar hoy. Las
consideraremos, por lo tanto, como unas copias perfectas, es decir con los
mismos efectos terapéuticos y secundarios que los originales. Bueno, pues como
he dicho, resulta que éstos, los genéricos, son más baratos, ya que los
laboratorios que los fabrican se ahorran la investigación y gran parte de la
millonaria publicidad que, con más o menos ética, hacen las multinacionales de
la industria farmacéutica, que por otro lado, no son más de seis o siete en
todo el mundo. Vistas así las cosas y asegurada la teórica equivalencia de la
eficacia de ambos tipos de medicamentos nos vemos obligados, especialmente en
estos momentos de depresión económica, a hablar de eficiencia y resulta, claro,
que es mucho más eficiente la prescripción de los genéricos, como para una
familia es más eficiente comprar una leche marca “leche” o unas sardinas marca
“sardinas” ¿Me explico? Me atrevería a decir que si todos los medicamentos
fueran recetados como genéricos el gasto farmacéutico podría reducirse al menos
a la mitad. Ojo, que son muchos millones de euros. Bueno, pues nuestros
gestores y nuestros políticos tan ahorradores en sustituciones y sueldos desde
que el señor Zapatero reconoció repentinamente la crisis, no se atreven a cortar
con este gasto obligando, por ejemplo, a que los medicamentos que financie el
sistema sean los más baratos (ya sean genéricos o de marca de fantasía como
ellos le llaman), con lo que no se iría, creo yo, contra la libertad de
prescripción, ya que el médico recetaría el principio farmacéutico indicado
que, por otro lado, es la forma más científica de hacerlo según ellos mismos
reconocen. Y si algún paciente, perdón, si algún usuario quisiera ser tratado
con el de marca, que sea él el que se haga cargo de la diferencia. Y es que
mucha debe ser la fuerza de algunos estamentos médicos y de la industria
farmacéutica multinacional, para que esto no sea así. Y para evitar tomar esa
valiente decisión u otra similar, juegan nuestros gestores con un programa que
nos dirige una y otra vez al medicamento genérico aunque se quiera prescribir
el de marca y, de esta forma, tranquilizan su conciencia mientras echan la
culpa del gasto a los prescriptores, que terminamos evitando, como si el
ordenador del trabajo fuera una play-station, las
minas escondidas a lo largo del camino aunque sólo sea por amor propio y porque
no nos ganen la partida. Y así, jugando con lo que no deberíamos jugar, entre
unos y otros, cada día que pasa empujamos al sistema sanitario un poco más
hacia abismo.
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Francisco Suárez Trénor